El cuento de una abuela con el corazón de una niña

Hace ya unos cuantos años, llegué al mundo, en medio del calor del verano. Fuí una niña muy celebrada, ya que fuí primera hija, nieta y sobrina. Luego, poco a poco, mi familia se fué agrandando con la llegada de seis hermanos, dos niñas y cuatro varones. Mi infancia transcurrió en un ambiente bullicioso y alegre.

Mis hermanos y yo disfrutamos de una casa con un jardín muy grande, escenario de juegos de baseball (en los que yo hacía de cátcher), de persecuciones entre indios y vaqueros y acrobacias variadas en los columpios. Otras de mis actividades favoritas fueron confeccionar ropas y accesorios para mis muñecas, patinar, salir a pasear en bicicleta y montar caballos en Jarabacoa, lugar mágico donde pasábamos parte de las vacaciones.

Desde muy pequeña desarrollé amor por la lectura, ya que tanto mis padres como mis abuelos eran grandes lectores. Al ver los adultos leyendo, iba y buscaba algunos de mis libros y me unía al grupo. Para mí, leer era asunto de adultos, por tanto, hacerlo junto a ellos me hacía sentir muy importante. Otras veces leía por mi cuenta, en algún rincón de la casa o trepada en un árbol. Mi abuelo Fello me llevaba algunos sábados a la librería y me compraba libros, seleccionados por mí y, a veces, sugeridos por él.

Debido a algunos turbulentos y lamentables acontecimientos políticos ocurridos durante mi niñez, las escuelas cerraron en varias ocasiones. En esos períodos de confusión y temor la lectura fue mi refugio.

Por otra parte, mi madre y mi abuelo materno fueron escritores y eso me estimuló a inventar mis propias historias y algunos poemas disparatados; el título de uno de ellos era “La gallina de la paz”. Como era una niña fantansiosa y muy curiosa, siempre tenía material para escribir. Tanto me gustaba hacerlo que, en algún momento decidí que de mayor sería escritora. Sin embargo, pasaron muchos años antes de que ese sueño se hiciera realidad.

Crecí, me hice educadora, me casé con Celso Marranzini y juntos formamos una larga familia conformada por seis estupendos hijos varones, Celso, Jaime, Manuel, Eduardo, Ernesto y Jorge, que hicieron que mi corazón se agrandara con el amor y la alegría que cada uno trajo debajo del brazo.

Los años de crianza y de trabajo en las aulas fueron de mucho afán, pero también de incalculables satisfacciones. Los raros momentos de tranquilidad los dediqué muchas veces a la lectura, pero para escribir no me alcanzó el tiempo. Sin embargo, a mis hijos les leí cuentos tradicionales y otros inventados por mí. Los más celebrados de éstos últimos fue la serie de historias del Conejo Rafael.

Mis hijos crecieron y pensé que había llegado el momento de realizar mi sueño, pero me sentía insegura y nada de lo que escribía me parecía bien.

Fue así como comencé a tomar clases de escritura creativa y me propuse una meta: para el 2013 publicaría mi primer cuento. Gracias a Dios, así fué. Ese año vió la luz mi primera creación, “El concurso de los animales”. A este le siguieron: “El letrero mágico”, “Sonajero”, “A la caza de un cangrejo” y “Acuerdo entre hermanos”. Estos cuentos fueron publicados por una casa editorial. El año pasado, de manera independiente, puse a circular “Cinco cuentos de la Abuelita Calule”.

Los niños siempre me han enternecido de manera especial, me encanta su candor y su espontaneidad, así como su curiosidad y su picardía. Muy dentro de mí todavía vive la niña que fuí, lo que hace de mí una abuela con corazón de niña. Por estos motivos, nunca dudé que al momento de escribir, lo haría para los chicos. La mayoría de los protagonistas de mis cuentos son niños y niñas qué enfrentan situaciones tales como: miedo a la oscuridad, pereza para ir a la escuela, problemas por decir mentiras, disgustos con los padres, conflictos con hermanos y compañeros, entre otras.

Cada una de mis historias encierra una enseñanza y está inspirada en recuerdos y vivencias de mi infancia. El haber logrado mi sueño guardado por tantos años me alegra y me trae muchas satisfacciones.

¿Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado? De ninguna manera, mis planes son seguir escribiendo y compartiendo con los niños. Actualmente estoy trabajando con la adaptación de un cuento clásico a la realidad dominicana. Y a ésta, Dios mediante, seguirán muchas otras.

“El letrero mágico” Mariana iba desganada camino a la escuela y “…se fijó en un letrero grande colocado en la puerta de una agencia de viajes, que decía: “Visita Playa Las Gaviotas este verano”. Le llamaron la atención los cachetes sonrosados de dos niños en trajes de baño. En la imagen, ellos corrían por la orilla de una hermosa playa, bordeada por altas palmeras, como plumeros que hacían cosquillas al cielo. ¡Qué envidia! Lo que daría por estar allí, sin padres peleones, sin clases ni tareas. Contempló el cartel a sus anchas, imaginándose en aquél lugar.

Fuente: Listín Diario