Nunca es tarde si la dicha es buena

Hace cinco años logré lo que al principio pensé que era una meta inalcanzable: publiqué “El concurso de los animales”, mi primer cuento para niños. Hago esta salvedad porque para ese entonces era ya abuela de casi una decena de nietos.

Este logro fue para mi una gran emoción ya que, desde pequeña soñaba con escribir libros. Una larga familia, trabajo y estudios me habían hecho postergar ese deseo. A ese primer cuento le sucedieron varios otros y, si Dios me lo permite, espero sumar varios más a la lista.

He sido invitada a varias escuelas a compartir mis historias. En muchas de estas ocasiones surge una pregunta que me hace sonreír : ¿Qué la motivó a escribir? Esta inquietud viene luego de que les cuento a los niños que empecé a escribir siendo abuela, por lo que está claro para mi que la intención es determinar por qué empecé a escribir cuentos a esta edad.

Yo misma me he hecho la pregunta y respondo igual que lo hizo en otro contexto el escritor español José Jiménez Lozano : “escribo porque si”, porque me gusta y porque esa ansia seguía viva en mi interior. Me convencí de que no hay por qué poner límites de edad para realizar sueños o empezar nuevos proyectos.

Dicho esto, no puedo negar que tuve varias dudas antes de dedicarme de lleno a escribir. Me sentía como un globo, inflada de ideas, pero sin la menor pista de cómo y por dónde comenzar y sin siquiera estar segura de que valía la pena hacerlo. Quizás, marcada por la horrible idea que tenemos muchos mayorcitas de que “nuestra época” ya pasó.

Hasta que un día, en una búsqueda en Internet encontré una escuela online: Escuela de escritores y me puse a revisar la lista de cursos que ofrecían. Uno de ellos “Escritura Creativa A” comenzaba en menos de una semana. En un impulso, me inscribí. Luego de hacerlo me arrepentí mil veces, pero seguí adelante. Para mi alegría, estudiar online tiene la ventaja de que nadie le mira la cara a nadie, por tanto la vergüenza se puede poner a un lado. Los profesores mandan sus clases y corrigen tareas sin ver caras ni canas. Los estudiantes hacemos los trabajos y recibimos correcciones, en la privacidad de la casa ¡sin que más nadie se entere!

Hacer ese taller fue el inicio de una aventura maravillosa que todavía sigo viviendo. Sacar ratos en la semana para escribir, es como aspirar oxígeno puro. Me vivifica y me llena de energía.

Me decidí escribir para niños porque, como ya dije en una ocasión, me enternecen su candor, su pureza y su curiosidad (doy gracias a Dios porque siempre he estado rodeada de muchos niños).

Este hecho me supone una ventaja adicional, mi niña interior ha revivido y mi mundo se ha enriquecido, ahora veo el mundo desde otros puntos de vista, veo maravillas en las cosas cotidianas y hasta en la forma de las nubes. He aprendido mucho observando a los chicos y releído muchas de las historias de mi infancia.

Tengo más edad, pero soy más dichosa. Niños y jóvenes: no dejen nunca de soñar, a la corta o a la larga los sueños se pueden volver realidad. Abuelos y abuelas, si su caso el como el mío: ¡Adelante, más vale tarde que nunca!